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Cruyff como entrenador |
Pese a su cuerpo menudo, a su cara afilada, la que recuerda a aquel malabarista que convirtió en leyenda las caricias a un balón, Cruyff es un coloso. Un mito inquieto del fútbol que no se conforma con lo que ve, que, como un día hizo desde un banquillo, quiere que el juego no se pare, que siga mejorando. Propone -lo hizo ayer en la jornada de clausura del segundo Congreso Internacional de Fútbol de A Coruña, donde lo escucharon más de medio millar de personas-, otra manera de formar jugadores, una nueva revolución. «No es posible que cuando alguien quiere aprender a jugar bien al golf tenga cinco entrenadores, cada uno te enseña un tipo de golpe, un movimiento; mientras que en el fútbol es todo lo contrario: hay un entrenador para 22 futbolistas».